La crónica que vais a leer a continuación no pasará a los libros de historia del periodismo y sin duda, no obtendré el Pulitzer por ella, pero a mi forma de verlo, el partido de ayer, no merece más. En las próximas líneas, no calificaré al señor Gil Manzano, árbitro del encuentro, de ladrón, ya que para robar, es necesaria la premeditación. El colegiado que salto ayer al césped del Calderón no actuó de mala fe (o al menos, eso quiero pensar), sencillamente, es un incompetente. Un niño de párvulos hubiera acertado más con el simple uso de su intuición.
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