Torres cerró bocas y silenció al Bernabéu


Despojo, mediocre, fracasado… Estos son sólo algunos de los adjetivos atribuidos a Fernando Torres en los últimos años, pero ayer el Niño se cobró la revancha, y además, por partida doble. El delantero de Fuenlabrada nunca había marcado al Real Madrid en el Bernabéu, pero ayer, cuando más lo necesitaba su equipo, cuando la hinchada madridista se disponía a convertir el encuentro en un infierno para los rojiblancos, Torres apareció, y no lo hizo solo. A su lado estuvo Griezmann, al que el Cholo está convirtiendo en un jugador totalmente nuevo y con una mayor incidencia en el juego del equipo de la que tenía en San Sebastián. El francés fue el encargado de recuperar y asistir al internacional español en los dos goles. Juntos forman, no sólo la pareja con más tinte rubio de la Liga, si no también una de las más temibles.

El ambiente de final se palpaba hora y media antes de que comenzara el choque. La convocatoria de Arbeloa dio resultado y Concha Espina y todos los alrededores del Bernabéu se convirtieron en una marea blanca. El espíritu de Juanito no mete goles, pero genera ilusión entre los madridistas, que creyeron en la remontada. Ya con los jugadores sobre el terreno de juego, el Madrid aprovechó para homenajear a su abanico de futbolistas premiados en la Gala del Balón de Oro y en especial a Cristiano Ronaldo, que se llevó el premio gordo. Lo bueno de que no reconozcan tu trabajo en este tipo de ceremonias, es que no puedes distraerte celebrando nada. Quizá fue esto lo que les ocurrió a los hombres de Carlo Ancelotti, porque cumplido el primer minuto de partido, ya iban por detrás en el marcador. Un balón dividido entre Griezmann y Pepe, terminó con el francés cabalgando en solitario hacia la portería defendida por Keylor Navas. Lo bueno de correr tan solo es que te da tiempo a levantar la cabeza. Griezmann lo hizo y vio a Torres desmarcado ante un mal marcaje de Ramos. El galo se la entregó al Niño y este fusiló con pierna izquierda para meter el primero.
Acababa de comenzar el partido y el Madrid, lejos de acortar diferencias en la eliminatoria, había propiciado que estas se ampliaran. Y no sólo eso, además, se estaba convirtiendo sin saberlo, en el equipo que devolvió la vida a Fernando Torres. Ese con el que tanto se han divertido miles de aficionados merengues a costa de sus fallos. Pero ayer fue el fuenlabreño el que se divirtió, y mucho.
La verdad sea dicha, el conjunto blanco reaccionó como lo que es, un gran equipo. La remontada todavía era posible y los de Ancelotti se lanzaron al ataque para levantar el ánimo de una afición que se había quedado anestesiada tras el tanto colchonero. Los locales no tardaron mucho en cercar el área rojiblanca. El problema es que una vez allí, se le apagaban las luces. O más bien se las apagaban Miranda y sobre todo, Godín, que se mostró infranqueable durante todo el duelo (vamos, como siempre). El empate llegó más por insistencia y empuje, que por alguna genialidad. Bueno, por empuje, insistencia y Oblak, que bajo palos apunta a gran portero, pero que genera el pánico cada vez que abandona su portería. Falta lateral a favor del Real Madrid. El balón se va abriendo, Oblak sale a interceptarlo, pero resbala y cae al suelo, dejando la meta desguarnecida en el cabezazo de Sergio Ramos, que puso el empate. Era el minuto 19 y había tiempo para lograr la machada.
Pero el Atlético no es un equipo que se caracterice por las facilidades que da en defensa y el resto de la primera parte se convirtió en un frontón. El Madrid no encontraba los espacios y se veía obligado a colgar balones, que eran regalos para la defensa rojiblanca. Es cierto que los blancos acosaron la portería visitante durante los primeros 45 minutos, pero no es menos cierto que apenas tuvieron ocasiones claras para recortar diferencias. Con esta tesitura y el 1-1 en el marcador (1-3 en el global), el árbitro señaló el camino hacia vestuarios. En la caseta, Simeone debió decirle a Torres que saliera en la segunda mitad igual que en la primera. Y si no le dijo eso, así lo entendió él, porque nada más ponerse el balón en juego, se repetía la historia. En este caso fue Ramos el que perdió el esférico sin oposición y se la regaló a Griezmann. El francés volvió a asistir a Torres, que recortó con clase a Pepe y definió batiendo entre las piernas a Keylor Navas. En esta ocasión sí, el gol convertía la remontada en una utopía.
Aún así, el Madrid, con la responsabilidad que da tener a un estadio lleno a tu favor, reaccionó y logró el empate por medio de Cristiano Ronaldo, que batió con un gran cabezazo a Oblak. Pero sólo fue un espejismo, porque después del tanto del portugués, el único equipo que hizo por llevarse la victoria fue el Atlético, que no supo sentenciar, ni le hizo falta. El final del partido dejó dos detalles: la clase de Arda, que salió en la segunda parte y le dio pausa al juego, y el mal perder de Isco, que no supo contener su frustración y arrolló a Gabi sin balón de por medio. No entro a valorar los aplausos de la grada tras esta acción, porque creo que con el fervor, la tensión y la rivalidad que hay entre estos dos equipos, es un mal gesto, pero comprensible.
El Atlético pasa a cuartos y se medirá al FC Barcelona, con el que tiene cuentas pendientes después de la contundente derrota del pasado fin de semana en el Camp Nou. Pero el conjunto colchonero vive del partido a partido, y ahora sólo se puede pensar en el Granada, que visitará el Calderón el próximo domingo a las 17.00 horas.

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